Vampiros

Este es Fulgencio. Es un vampiro. Pero de los buenos.

En su juventud empalaba gente como un Vlad Tepes cualquiera. Algo más tarde se dedicó a violar vírgenes inocentes en aldeas oscuras del centro de europa. Las fiestas que montaba en su castillo perdido por las montañas eran conocidas por ser más movidas que Holocausto Canibal y La noche de los muertos vivientes juntas.

Estas lindezas hicieron que un vampiro curtido en mil batallas le hincase el diente y lo transformara en un no muerto. Durante la Edad Media, los vampiros sanguinarios, descuartizadores y cabroncetes gozaron de una buena salud. Pero poco a poco esto fue cambiando. Nuestro querido Fulgencio no se enteró de nada porque unos cazavampiros lo sumieron en un profundo letargo, pero mientras él dormía la historia avanzaba y causaba estragos en el concepto de vampiro.

La época victoriana remató la faena, y desde entonces hasta aquí los vampiros han ido perdiendo sus señas de identidad. Ahora son más fuertes. Según los estudiosos del tema, como la señora Anne Rice, ni crucifijos, ni espejos, ni ajos y ni leches varias pueden achantar a un vampiro. Esto les da un poder inimaginable, pensaréis, pero no es así. Todo lo contrario. En vez de aprovechar su superioridad, los vampiros actuales prefieren vestirse de góticos y ser unos moñas. Pasan de saquear y matar para dedicarse a reflexionar sobre su condición de inmortales, su moralidad, sobre el amor y otras yerbas que un ser monstruoso de la oscuridad no debería ni plantearse.

Cuando Fulgencio despertó de su largo sueño se encontró conque en el siglo XX sus congéneres eran algo distintos a como él los recordaba. Se mezclaban con los humanos como si fuese lo más normal. Peor aún, hablaban con ellos sin hincarles el diente! Pero qué es esto?! Incluso apreciaban el arte, y algunos, los más moñas, los Toreador, incluso lo creaban. Fulgencio alucinaba, el pobre. Ya no estaba bien visto ser un chupasangres normal y corriente que se dedicaba a lo habitual, como era beber hasta estar saciado aun matando a la víctima y vivir como un puto noble aunque no se fuese. Ahora lo cool era pasearse por antros claustrofóbicos con Rammstein a toda leche para ligarse a una humana y hablar toda la madrugada con ella. Horrible.

Fulgencio no se lo puede creer. Ha decidido que va a volver a su letargo, a ver si una desgracia nuclear borra de la faz de la tierra a los vampiros rubios de ojos azules, altos y seductores para poder disfrutar de época de vampirismo como Diox manda: con chupasangres feos, decrépitos, horribles, monstruosos en plan Drácula y Nosferatu, que no se corten a la hora de disfrutar de la inmortalidad sin pensar en el qué pasará después.

Un poquito de variedad, anda. Queremos más Malkavians y Tzimisce y menos Toreador! Aunque en el juego de rol de Vampiro no están tan mal los monstruitos...

Anne Rice: has hecho mucho daño. Recapacita!